Nota: 8,5 sobre 10
1984. Winston Smith vive en Oceanía, una agrupación de países aparecida tras una guerra. Oceanía está en permanente conflicto con Eurasia o Estasasia. Wintston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad, su trabajo consiste en manipular la información que se da a los ciudadanos para que el gobierno los tenga siempre bajo control. Que la guerra sea contra Eurasia o Eastasia es lo de menos… el pasado se cambia y así se controla el presente y el futuro.
Winston Smith empieza a tener dudas de este sistema en el que vive, que lo controla todo, la vida pública y también la vida privada. El estado, personalizado en Big Brother, mantiene a la sociedad en un permanente estado de alerta (“Por supuesto, no hay que olvidar que estamos en guerra»), en un permanente estado de bienestar mínimo, un control de la información férreo…
Una dictadura camuflada de estado paternalista que todos aceptan sin cuestionarse nada. Excepto Winston. Y Winston cree que hay más gente como él. Encuentra a Júlia, una joven desenfadada y rebelde… y encuentra a O’Brian, un alto cargo del sistema que parece que también está en contra y lucha desde dentro para derrocarlo.
Pero las cosas no son como parecen. Nadie puede fiarse de nadie. Y Winston descubre en sus propias carnes que los más rebeldes pueden ser solo un engranaje más del sistema, que se puede ser un mal ciudadano sin saber por qué, que el estado puede detener, torturar, humillar, sin que haya motivos aparentes.
1984 nos muestra como un Estado que domine la información, que oprime, y crea un estado permanente de terror puede hacernos creer que 2 más 2 son 5. Sin dudarlo ni un momento.
La adaptación de 1984 que se puede ver, de nuevo, en el Versus Teatre es un montaje ágil que consigue condensa la obra de Orwell en dos horas muy intensas. El primer acto es muy descriptivo de la situación de la sociedad y su funcionamiento bajo la tutela de Big Brother.
El segundo acto nos presenta las cloacas del sistema. Sue Flack consigue crear un ambiente angustioso que nos pone los pelos de punta. Saber lo que va a pasar no hace que nos tranquilicemos. Lo que vemos en escena nos remueve las entrañas y nos da asco. Y, sobre todo, nos hace reflexionar sobre el mundo en que vivimos.
El escenario, el vestuario, las pantallas las proyecciones y la caracterización nos sumergen de lleno en un mundo dominado por el miedo, la uniformidad, la desconfianza. Los cambios de escena nos muestran unos ciudadanos que se mueven como robots, sin expresión. No hay lugar para los sentimientos en esta sociedad.
Repiten en el reparto Daniel Ewing en el papel de Winston Smith, Mogan Symes, O’Brien (que ahora lleva barba y pasa de ser un tipo amigable y agradable a un monstruo sin sentimienos) y Mary McGurk Julia.. El resto del reparto consigue atemorizarnos con su actitud apática y fría.
El montaje es en inglés. Lo que puede ser un aliciente para ver 1984 en su idioma original, puede ser un obstáculo para que una gran parte del público se acerque al Versus. Pues no hay que tener miedo al idioma: la compañía ha preparado un guión con todas las escenas que permite seguir la obra de principio a fin. No entender lo que se dice, no hace menos interesante este montaje.
1984 es un libro que hoy es tan actual como cuando se escribió. No deja títere con cabeza: ni gobernantes, ni empresas, ni la justicia… y, sobre todo, la prensa. 1984 ha vuelto a Barcelona y esperamos que vuelva muchas veces más. Os animamos a ir a verla.
We love you Big Brother