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Los hombres blancos deben morir presenta la historia de Ada y Sara, dos jóvenes compañeras de piso que, frustradas con las injusticias sociales que ven día tras día en el mundo real, pasan el rato jugando a imaginar formas – más o menos extravagantes – con las cuales matar al “hombre blanco cishetero” culpable de turno. Todo hipotético, por supuesto… hasta que les llega un horrible mensaje: Marc, su compañero de piso “hombre blanco cishetero” y amigo, está siendo acusado de violación.
A partir de aquí, Ignasi Muñoz, Amada Bokesa y Alba Luz nos guían a lo largo de una obra llena de risas y humor, pero también de multitud de momentos conmovedores y de múltiples invitaciones a la reflexión.
Los hombres blancos deben morir: de la realidad al escenario
A pesar de su premisa un tanto estrafalaria, Los hombres blancos deben morir no podría estar más anclada en la realidad de hoy en día y, esta relevancia se nota en todos los aspectos de la obra: desde el guion y la temática hasta las fantásticas interpretaciones de los tres actores.
El diálogo no solo es hilarante, sino también extremadamente dinámico, especialmente a partir de la aparición del personaje de Marc, lo que engancha al espectador de forma obligatoria – ¡dos segundos sin prestar atención y te has perdido ya un chiste! Por si el ritmo de la obra fuera poco, esta cuenta también con un par de giros inesperados que funcionan muy bien.
A esto le acompaña la increíble naturalidad con la que los actores interpretan el guion. Sus interacciones son clavaditas a las de cualquier joven grupo de amigos – un grupo de amigos particularmente chistoso y algo chiflado, eso sí – lo que casa perfectamente con la temática. Por muy grave y seria que esta sea, reconozco por lo mínimo tres temas de conversación diferentes que han surgido al hablar con mis amigas la misma tarde antes de la función. ¡Casi copiar y pegar!
Cabe destacar la emotividad del monólogo de Ada. Las cuestiones presentadas no son solo problemas de personajes ficticios que desaparecen una vez dejamos la sala de teatro, sino experiencias de todo un colectivo que van más allá de la ficción y se extienden en la vida real, cada minuto de cada día, solamente por el hecho de existir de la forma en la que se existe.
Naturalidad, dinamismo, pertinencia actual, y mucho, mucho humor… pero con muchas más capas bajo la superficie. La obra nos anima a hacerlo, así que empezamos a pelar la cebolla:
Crítica a la sociedad con privilegios
Los hombres blancos deben morir… ¿incluso tu compañero de piso «majo» con la camiseta de Jurassic Park?
“No todo es blanco y negro”, le dice Ada a Sara. Y a pesar de su título generalizador, Los hombres blancos deben morir hace un trabajo excepcional para demostrar esta misma idea.
Como explican Sara y Ada al hombre blanco en cuestión, no son todos los hombres blancos individuales del mundo que deben morir de forma literal, sino la figura del hombre blanco, con sus privilegios, su falta de empatía y su ejercicio de poder sobre todos los otros colectivos sociales. La obra se propone remediar esto a través del humor, pero también deja hueco para una reflexión que cuestiona aspectos de todos los bandos posibles.
Y es que, a pesar del tono marcadamente cómico, los personajes no parecen en ningún momento caricaturas. Sería muy fácil de hecho caer en los clichés, ya que los personajes responden a estereotipos comunes como el de la “lesbiana enfadada” (¡si es que hasta es vegana! La caricatura se escribe sola), pero la obra se asegura de darles a todos – hasta al hetero blanco en cuestión, y quizás precisamente al hetero blanco en cuestión – una profundidad que los transforma en gente de carne y hueso, y que hace la reflexión mucho más complicada, pero también más realista:
No es lo mismo sacar conclusiones partiendo de un personaje definido por ciertas ideas en blanco o negro, que de tu amigo o compañero de piso a quien conoces desde hace años, y que tiene defectos sin ser un villano de película.
Los hombres blancos deben morir es una obra que no cabe duda puede gustar – y mucho – a cualquier chica joven con más o menos conocimiento de los temas tratados como yo, pero no es una obra hecha para mí. Todo el mundo puede sacar algo bueno de ella, pero son ciertos hombres blancos del título los que se beneficiarían más de su mensaje. Y es que como indica ella misma, sí es “la comedia que te hará mejor persona”.
- Lo que más me gustó: el diálogo es absolutamente genial, especialmente en los momentos de humor, pero también en los más serios.
- Lo que menos me gustó: hay una gran cantidad de problemáticas que se mencionan de paso sin profundizar (problemas de clase, paro juvenil, problemas generacionales, poliamor, veganismo…) y sobrecargan al espectador. Aun así, creo que la naturalidad del diálogo se las apaña para presentarlas de forma que uno se cree el hecho de que salgan espontáneamente en una conversación entre amigos sin tener la necesidad de explicarlas a fondo.