Crítica de Nicolás Larruy
Mi relación con la comida es una brillantísima interpretación de Esperanza Pedreño, que transpira el texto por todos sus poros, lo vive, lo sufre. Una interpretación que pasa del desánimo a la ira, al sarcasmo, a los juegos infantiles, a la melancolía…. Esperanza Pedreño no deja a nadie indiferente. Se hace preguntas, se responde, ríe y llora, nos interpela directamente. Nos agarra y nos arrastra. Recibió muchos aplausos.
Un espacio negro, que ella va llenando de palabras pintadas directamente en el suelo. Una iluminación que va cambiando, como el humor de la actriz. Un vestuario difícil de describir: una especie de vestido multiposición que ella iba abrochando y desabrochando según el momento.
Y el texto. Un texto que quiere decir mucho y se queda en nada. De este texto se ha dicho que vomita las ideas, que las escupe. Puede ser. Pero se queda aquí. No va más allá. Es un texto que toca muchos temas, pero sólo construye un titular, no profundiza en nada. Dispara contra todo y contra todos… pero parece que dispare balas de fogueo . Un texto maniqueísta que deja muy claro que hay unos “ellos”, que son los otros, y unos “nosotros” que es la protagonista del monólogo y, a veces, el público que la acompaña.
“Ellos”, “los otros”, son los pseudo-todo: pseudo-intelectuales, pseudo-actores, pseudo-dramaturgos, pseudo-artistas… Unos “ellos” que solo conocemos por lo que nos dice el texto. No tienen voz. No tienen derecho a defenderse. La protagonista del monólogo no es “pseudo”, ella es autèntica. Nos lo deja muy claro. Por tanto, desde esta autenticidad que se otorga, se permite juzgar a “los otros” y casi dictar sentencia. Un texto que pretende dar verdades absolutas sin argumentarlas.
Defender un texto así es muy difícil. Y Esperanza Pedreño lo defiende con ganas, con fuerza, con convicción.
Por tanto, a Esperanza Pedreño le doy un 9 sobre 10. Al texto, le doy un 2 sobre 10