Nota: 10 sobre 10
La locura desatada por el amor, la intolerancia religiosa y el absolutismo monárquico, son el eje vertebrador de Reina Juana, que se representa en el Teatro Borràs, a cargo de la incombustible actriz vallisoletana, Concha Velasco.
La acción se sitúa durante el siglo XVI, recién unidos los reinos de sus padres, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, Juana I de Castilla, llegó a ser heredera al trono de manera inesperada, tras el fallecimiento de sus dos hermanos mayores Juan e Isabel, y de su sobrino, Miguel de la Paz.
Al no estar preparada para ser reina desde la cuna, y debido a su carácter rebelde, se convertirá en un peón de ajedrez de las políticas dinásticas de sus progenitores. Para ello, la unieron en matrimonio con el descendiente de la casa de los Austrias, Felipe de Habsburgo, llamado también Felipe el Hermoso.
La unión en matrimonio con Felipe de Habsburgo, supuso un cambio radical en su vida, ambos príncipes, se enamoraron perdidamente aunque Felipe, pronto perdió el interés en la relación, y con él Juana sufrió de celos, que algunos juzgaron en su momento, de patológicos.
El drama, escrito magistralmente por Ernesto Caballero, se sitúa en el castillo de Tordesillas, donde fue encerrada, por orden de su padre, Fernando el Católico y posteriormente por su hijo, el rey Carlos I. Los 46 años de reclusión forzada que allí vivió, reflejan todo el dolor y la locura que se le atribuyeron. En un texto muy completo y dinámico, en forma de monólogo, y a modo de confesión, la reina atormentada, nos relata toda su vida, desde su nacimiento hasta el final de sus días.
La obra, que está dirigida por Gerardo Vera, y ha sido representada con éxito en buena parte de la geografía española, nos acerca al complejo perfil psicológico de la reina, sin victimismo ni soberbia. Haciendo hincapié en sus defectos y en sus virtudes, se nos narran sus sueños rotos por el amor no correspondido de su marido, la indiferencia de sus padres hacia ella, que la convirtieron en víctima de los exagerados egos y ambiciones de sus católicos padres, así como de la intolerancia religiosa, pues ella, mostró escaso interés por la religión católica, aunque fue obligada a cumplir con sus obligaciones religiosas, bajo la amenaza de tortura.
Juana, nunca fue declarada incapaz por las cortes castellanas, ni fue despojada de su título de reina, aunque sin ejercer el poder, y lo llevó hasta su muerte a los 76 años. Es en esos momentos, cercanos a la muerte, en los que se confiesa ante Francisco de Borja, y desfilan todos los momentos de su vida, su infancia, su matrimonio, su encierro forzoso, la rebelión de los comuneros que quisieron que encabezara, pero a la que ella se negó a encabezar.
Todos los recuerdos, algunos de los cuales crueles y dolorosos, como cuando la separan de sus hijos, o la muerte de su marido, son interpretados magníficamente por la actriz Concha Velasco. Los recuerdos positivos, de los inicios de su matrimonio y el nacimiento de sus hijos, son también son narrados con gran pasión y dulzura por la actriz.
Destacamos la sobria escenografía a cargo de Alejandro Andújar, que nos permite sumergirnos en el interior del siniestro palacio de Tordesillas, así como, la evocadora iluminación y la videoescena, que nos aproximan a los fantasmas del pasado de la reina.
La obra de teatro Reina Juana, es sin duda, una aproximación maravillosa a la vida de una controvertida reina de España, un papel a medida y al nivel de la gran actriz que lo interpreta, y que puso a todo el público del Borràs en pie, al finalizar su actuación.
Concha Velasco, al final de la representación, pronunció sendos elogios hacia los espectadores catalanes, y hacia la ciudad de Barcelona, a la que se siente muy vinculada, así mismo, éstos fueron correspondidos por el público de la sala, que le devolvió su admiración y cariño, mostrando gran cercanía hacia ella.