Nota: 9 sobre 10
En Dos familias, en la Sala Atrium, no hay maniqueísmo. No hay buenos. Ni malos. Todo es justo… o injusto. Solo son tres personas ante un hecho excepcional en sus vidas. Un hecho
Marcos y Cristina tienen a Luís en acogida. Luís llegó a sus vidas con pocas semanas de vida y ahora tiene dos años. Miguel es el padre de Luís. No ha podido ejercer de padre porque se estaba desenganchando de la droga y el alcoholismo. Cristina y Marcos han cuidado a Luís como si se tratara de un hijo propio. Y ahora tienen que entregarlo a su padre. Devolverlo. Cristina y Marcos tienen miedo: miedo de que Miguel no sea un buen padre, de que no lo haga tan bien como lo han hecho ellos, miedo de que Luís sufra…
Miguel tiene miedo: miedo a no saber hacer de padre, miedo a no hacerlo tan bien como cree que lo han hecho Cristina y Marcos, miedo a que Luís sufra… el miedo se mete dentro de estos tres adultos enfrentados por el amor de un niño. Miedo a no hacer lo correcto. Miedo a que un niño pague por una mala decisión. Al fin y al cabo ¿Qué es lo mejor para el niño? ¿Volver con su padre? ¿Quedarse en su familia de acogida? ¿Alguien puede garantizar que la decisión sea la correcta?
“Nos teníamos que haber despedido de él desde el primer día” dice Cristina. Despedirse de Luís desde que entró en sus vidas, con el convencimiento de que era una situación transitoria… que se ha alargada dos años. Pero también tendrá que despedirse Miguel. Porque Luís, algún día, también marchará de su lado.
Marcos y Cristina nos muestran todas las facetas del dolor, la angustia, el miedo, la agresividad… el amor por Luís saca lo peor de ellos. Miguel no se queda atrás. Pero el amor por Luís también saca de estos tres adultos heridos lo mejor de cada uno. Y la generosidad y la gratitud acaban por vencer todo el resentimiento.
Dos familias nos habla de los hijos y de los padres. Nos habla de las heridas mal curadas, de las esperanzas puestas en los demás, en la confianza. “Tú eres su destino” le dice Marcos a Miguel. Marcos y Cristina fueron parte del camino del niño. Miguel es su padre, su destino… pero Miguel sabe que no es cierto. Miguel también es parte del camino de Luís.
Dos familias es un texto muy bien construido que trata el tema de la acogida familiar sin hacer juicios de valor, sin acusar a nadie, sin condenas. El texto nos muestra a tres personas ante una situación extraordinaria y cómo las tres personas la manejan e intentan asumirla. Nos muestra lo frágiles que podemos llegar a ser. Y, sobre todo, nos muestra que una buena o mala educación no nos preparan para los envites emocionales, que nos descolocan y nos rompen por dentro.
Con una escenografía muy sencilla, Dos Familias consigue crear escenarios diferentes para cada situación. La iluminación hace el resto. Un montaje muy delicado hasta el último detalle.
Pau Sastre (Miguel), Eduardo Telletxea (Marcos) y Annabel Totusaus (Cristina) no solamente son creíbles en escena. Son sus personajes. Una interpretación llena de naturalidad que no se permite sobreactuación en ningún momento. La dirección de Sergio Arróspide no deja nada al azar, no hay gestos inútiles ni exageraciones. Nos encontramos ante personas normales, en un mundo que parecía en equilibrio, ante una batacle emocional.
Dos familias, en la Sala Atrium, es un montaje delicado y emocionante que es capaz de tocar un tema muy difícil sin suficiencia ni pedantería. Sin decantarse por nadie. El espectador debe sacar sus propias conclusiones.