Nota: 6 sobre 10
El Centro Dramático Nacional ha tenido la deferencia de venir a Barcelona. Es todo un detalle que el CDN nos tenga en cuenta, muy de vez en cuando, para que podamos ver sus montajes sin que nos tengamos que desplazar a Madrid.
El Teatre Nacional de Catalunya ha acogido la gira de “El jardín de los cerezos”. Es una colaboración que esperamos que se repita más asiduamente.
Este montaje de “El jardín de los cerezos” viene con un cartel de protagonistas que parece hecho para atraer al público. Un cartel encabezado por Carmen Machi, una actriz que, por sí sola, ya llena teatros. Viene acompañada por Chema Adeva, Nelson Dante, Isabel Dimas, Karina Garantivá, Miranda Gas, Carmen Gutiérrez, Isabel Madolell, Fer Muratori, Tomar Novas, Dider Otaola y Secun de la Rosa. Un gran montaje necesita muchos intérpretes.
La escenografía de Paco Azorín merece un aplauso por sí sola. Una tarima móvil, que crea escenarios sin artificios, con un fondo negro que no distrae de nada. Una escenografía que se mueve con la obra y fluye sin entorpecer. Se funde con los intérpretes y el texto.
“No ha cambiado nada. Está exactamente igual.”
El jardín de los cerezos llega al TNC con el Centro Dramático Nacional
Pero el montaje de “El jardín de los cerezos” no convence. Es frío y distante. Los intérpretes se ven artificiales, forzados. La forma de decir el texto es exagerada y, a veces, un punto histriónica. El contraste entre la gente más culta y los personajes del servicio y del pueblo es burda.
La familia de Lyubov Andreyevna y sus amigos hablan un castellano castizo, a pesar de que los actores y actrices provienen de lugares distintos con acentos distintos… Dunyasha, la criada, y Lopahim, el nuevo rico, hablan con un acento muy marcado, colombiano, ella; canario, él. Solamente Firs, el mayordomo, habla como sus amos, completamente mimetizado con el ambiente en el que ha vivido siempre. El castellanocentrismo acaba fagocitándolo todo.
El uso de pantallas y de móviles en esta obra parce superfluo. En cambio, el tren de juguete, la casita de muñecas, son un acierto. El escenario hace que los intérpretes se vean pequeños, como muñequitos, la casa de muñecas se convierte en su hábitat natural.
Un montaje que no nos ha convencido
Lyubov Andreyevna regresa a Rusia para despedirse de su casa y de su jardín de los cerezos. Las deudas de la familia solamente se pueden salvar con la subasta de estos bienes. Lyubov Andreyevna ha vivido siempre sin preocuparse por el dinero.
“Diós proveerá.”
Lyubov Andreyevna siempre ha salido adelante, de una manera o de otra. Son los demás los que pagan las consecuencias de sus actos. Sus hijas. El servicio. Sus amigos.
Ernesto Caballero ha creado un montaje lejano, que no nos conmueve. Nos deja indiferentes lo que les pueda pasar a Lyubov Andreyevna y a todos los demás… No. A todos no. Isabel Dimas crea un mayordomo, Firs, que nos llega al alma. Un mayordomo que, en sus pocas apariciones se muestra lleno de matices. Isabel Dimas, ella sola, condensa El jardín de los cerezos y consigue que los demás parezcan comparsas a su servicio. El broche final, solo para ella, recibe el aplauso más fervoroso. Se lo merece.
“Se han ido. Se han olvidado de mi.”
Totalmente de acuerdo con esta crítica!
Totalment d’acord amb aquesta crítica, l’he llegit ara, vaig anar ahir el teatre. Desil.lusionat
Ho sento, no s’ho mereixen els actors tot i l’esforç que fan.