Nota: 9,5 sobre 10
Els tres aniversaris, en el Teatre Villarroel, bebe directamente de Les Tres Germanes, de Chékhov. La trama parece la misma, los personajes parecen los mismos… pero hay algo de grotesco en este texto, algo que caricaturesco que impregna toda la obra.
Irina se empeña en celebrar su aniversario año tras año. Organiza una gran fiesta cada vez… y cada vez se encuentra con lo mismo: los únicos invitados que aparecen son sus dos hermanas, Masha y Oga, y su hermano Andrei… pero esta vez, en su 38º aniversario, hay cambios que parecen prometer un futuro diferente. Aparece Georg, un amigo de Andrei… y Andrei i les presenta a Janine.
Irina, Masha y Olga viven atrapadas en un pasado en el que no les faltaba de nada, donde la cultura y la educación eran un objetivo a alcanzar… un mundo que era como una jaula de cristal que, con la muerte de los padres, y la dilapidación de la herencia, se ha hecho añicos. Las tres hermanas se aburren porque todo les parece demasiado vulgar, superficial, insubstancial. No parece que nada ni nadie pueda aportar nada nuevo. Andrei, que aparece a través del jardín, es un soplo de aire nuevo que parece que abre alguna ventana. Janine, una mujer que es todo lo que las tres hermanas detestan, introduce en la casa el mundo práctico, sin florituras, sin adornos. Janine es vital. “Jo mai m’avorreixo, sempre m’ensenya coses”.
Masha está atrapada en un matrimonio en el que es infeliz. Se encaprichó de un hombre que le pareció un referente cultural y, con el tiempo, ha dejado de amarle y lo menosprecia. Andrei parece ser su tabla de salvación. Olga trabaja y es la que mantiene a la familia. Atrapada en un trabajo que odia, “La formació deforma”, no es capaz de reaccionar y decir que no. Irina es una veleta, una persona que no madura y que piensa que siempre habrá un mañana. “És tan esgotador aixafar les il•lusions que una desperta”.
Los cuatro hermanos vegetan en una casa que se les cae encima sin ser capaces de tomar decisiones. “Tot podría ser molt millor de allò que és”. Ni Andrei. Solo Janine parece ser capaz de escapar de ese mundo. Sólo Janine es capaz de dar vida.
Los tres aniversarios se suceden y las frases se repiten año tras año. No hay conversaciones nuevas. Siempre son los mismos diálogos y las mismas borracheras. La familia y la casa se caen a trozos… el jardín, antes exuberante, desaparece. Janine, la práctica, la vital, arrasa con todo.
Anna Alarcón (Masha) , Rosa Boladeras (Irina), Victòria Pagès (Olga),Miranda Gas (Janine), Joan Negrié (Andrei) y Albert Triola (Georg) están magníficos en escena. Vemos como se destruyen y se autodestruyen y no nos dan ninguna pena. Son ridículos, extravagantes, son una caricatura de lo que quieren ser y nunc a han sido. Son unos “quiero y no puedo”, pero sin darse cuenta de que no, no pueden.
El escenario nos muestra el salón, con unas pantallas a cada lado, que sirven para mostrar el paso del tiempo, junto con los globos de los aniversarios. La tela que tapiza el suelo y las paredes, la casa, acaba por fagocitar a los personajes. La luz brillante del salón se apaga entre aniversario y aniversario para cambiar de año. Como si los años fueran todo oscuridad y solamente una fiesta pudiese aportar algo de luz a esa casa.
Els tres aniversaris, en la Villarroel, tiene una muy buena dirección de Jordi Prat i Coll, que ha sabido imprimir un buen ritmo a la obra y una muy buena dirección de actores. El montaje brilla desde el primer momento.
“Potser l’ésser humà no està dotat per a la felicitat”. Tal vez, la música que les gusta a Masha es también un indicador de hacia dónde va la familia Highway to hell: autopista al infierno.