Aparecen porque sí. Con el paso de los años parece que vaya surgiendo un escudo que cubre tu cuerpo. Empieza por la cabeza, continúa por el cuello, baja por las piernas para desaparecer en la punta del dedo gordo del pie. No te das cuenta y estás cubierto por un escudo transparente. Lo difícil no es romperlo, no: lo difícil es darte cuenta de que está ahí. Una vez lo sabes, puedes romperlo.
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Silvia ha perseguido siempre el sueño de ser escritora. Y consiguió publicar un libro. Pero el paso de los años, el miedo al fracaso y el conformismo han hecho que se quede con una vida normal y corriente, una vida que no le gusta ni le disgusta, una vida que le da un poco igual.
Ana, su hermana, y Raquel, su amiga, le ayudarán a darse cuenta de que fuera de ese escudo que la envuelve están las flores, está la luz, está la vida. Lo único que tiene que hacer es rozar un poco, sólo un poco, con la mano y romperá su escudo de agua.
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