Nota. 8 sobre 10
El Teatre Lliure recupera Les noces de Fígaro, que dirigió Fabià Puigserver, de la mano de Lluís Homar que en aquel entonces interpretó a Fígaro.
Una historia plagada de enredos amorosos, de juegos de seducción, de intentos de los poderosos de dominar a sus sirvientes, y de los ardides de los sirvientes para escapar de ese dominio. Todos persiguen un objetivo y todos utilizan todas sus armas para conseguirlo. El conde de Almaviva utiliza su poder, Marcelina también (a su manera), igual que el doctor Bartolo y Basili… Fígaro, Susanna y la condesa utilizarán su astucia y su imaginación.
No hay que perderse Las noces de Fígaro, en el Teatre Lliure
Una escenografía llena de puertas ya nos deja adivinar desde un principio que las entradas y salidas, los escondites, las fugas y los descubrimientos serán una parte importante de la obra. El texto permite eso y más… ¡incluso una escena que parece sacada del camarote de los Hermanos Marx!
El texto nos presenta, en clave de humor y de comedia muy bien mesurada, los diferentes conflictos que pueden encontrarse en un mundo reducido como es la residencia del conde de Almaviva. Por un lado, está el conflicto entre amos y sirvientes “Si no hi ha casament, no hi ha dret de señor!”… también está el conflicto entre hombres y mujeres “Les dones, tractades com a menors pel que fa als nostres béns, però tractades com a majos pel que fa a les nostres faltes”; el conflicto entre clases sociales (“els costums de l’alta societat faciliten que les dones puguin mentir sense que es noti”)…
Una comedia que, en algunos momentos, nos resulta amargamente actual… para Fígaro la política es “rebre, prendre i demanar”… “per arribar a tot arreu, només cal ser mediocre i saber-te arrossegar”. Un texto que nos recuerda que “Sense llibertat de criticar, els elogis no tenen cap valor”.
Un texto lleno de juegos de palabras (“– Abans m’ho explicàveu tot – Ara no us amago res!”, “Voleu enganyar-me fent veure que us deixeu enganyar!”). Un vestuario delicioso, claro y brillante, que nos recuerda paisajes luminosos y alegres, va acompañado de una iluminación que parece un día de verano y sólo al final oscurece el escenario, para que nos sintamos en igualdad de condiciones que Fígaro, Susanna y el conde de Almaviva.
En esta reposición, Joan Carreras interpreta de forma excepcional al conde de Almaviva, un hombre que juega con los demás mientras los demás juegan con él, que pasa del desconcierto a la maquinación, de la ternura a la imposición y que nos hace llegar sus dudas y su falta de confianza cuando se siente abandonado por quien más quiere.
Mar Ulldemolins y Mónica López son un dúo perfecto como criada y señora. Unas cómplices bien avenidas que transmiten gran compenetración en el escenario. Mar Ulldemolins es una Susanna optimista, feliz, segura de si misma y combina a la perfección con Mónica López, una condesa de Almaviva que a veces duda y parece que ha perdido esa confianza que desborda en su criada.
Oriol Genís, el juez Picapoll, tiene una breve intervención… pero en ese poco tiempo nos vuelve a mostrar la gran categoría que tiene, su profesionalidad y su muy buen hacer. Pau Vinyals, es Querubí. Pau Vinyals ja estuvo en el montaje de Hamlet en el Teatre Lliure, y ya dijimos de él que es un “roba escenas”… cuando Pau Vinyals aparece , todos los ojos van a hacia este actor que llena el escenario con su interpretación fresca y llena de vida.
En estas Noces de Fígaro, el encargado de llevar el peso de Fígaro es Marcel Borràs, que interpreta a su personaje de forma sobria y, tal vez, demasiado contenida. El imaginario popular tiene en mente un Fígaro mucho más travieso, más movido, más irreverente que el Fígaro que vemos ahora en el Teatre Lliure. Una buena interpretación que no acaba de cuajar.
Completan el reparto, Victòria Pagès, una Marcelina imponente y amargada que acaba descubriendo su parte más tierna; Oreig Canela, Peret, un pastor lleno de inocencia; Eduard Muntada, Antonio, un labriego con pocas luces que embiste sin mirar a dónde; Aina Sánchez, Francina, una joven menos inocente de lo que hace aparentar y Òscar Valsecchi, ayudante del juez que intenta llevarlo como mejor puede…
La dirección de Lluís Homar permite que el texto brille en los diálogos, ágiles y rápidos, que a veces parecen combates de esgrima. Los soliloquios de los actores, un recurso utilizado a menudo, nos permiten conocer los pensamientos de los actores y sus maquinaciones…
Un final de aplauso, con canción y baile incluidos, es un gran broche para un montaje que vale la pena revisitar. Un montaje con un gran reparto, poco habitual hoy en día (el presupuesto manda).
No hay que perderse Las noces de Fígaro, en el Teatre Lliure. Una buena combinación de texto, interpretaciones y dirección que gustará a los que nunca han visto la obra, y que despertará buenos recuerdos a los que sí tuvieron oportunidad de verla.