Nota: 6.5 sobre 10
Llegué para irme es un espectáculo de clown. De principio a fin. Con un argumento en el fondo que nos habla del estrés, de la vida apresurada que llevamos, de lo poco que vivimos haciendo otras cosas.
Gabriel Chamé Buendía realiza un trabajo espléndido de clown. Su energía, vitalidad, forma física, su expresión corporal, sus onomatopeyas… todo aparece en el escenario.
Un espectáculo de clown a cargo de un espléndido Gabriel Chamé
En La Villarroel vemos un montaje que empieza con un ritmo muy trepidante, que hace que el espectador esté muy atento a lo que sucede en escena. Cualquier movimiento, cualquier gesto, nos explica una historia. Pero, a medida que el espectáculo avanza, pierde fuelle y el hilo conductor de la obra va desapareciendo para dar paso a un espectáculo de clown más tradicional.
Gabriel Chamé Buendía conoce bien las técnicas de clown y las utiliza: desde saltos en una cama elástica, hasta pequeños monólogos onomatopéyicos… incluso nos ofrece un miniconcierto, para mostrarnos sus habilidades musicales. Las bromas, que se sucedieron sin parar, provocaron la risa de la mayoría del público asistente… aunque había gags que llegaban mucho más que otros, sobre todo, al principio.
El espectáculo era, básicamente, en castellano, pero también tuvo algunas bromas en forma de pequeños diálogos en francés e inglés… que habrían llegado a todo el mundo si hubieran sido en castellano. Porque la conversación surrealista con una operadora del aeropuerto, en inglés, era muy buena… pero, desgraciadamente, había parte del público que se la perdió.
Llegué para irme es un espectáculo sin más pretensión que hacernos reír. No hay que buscarle tres pies al gato.