Nota 9 sobre 10
Estuvimos en la Sala Hiroshima, del Poble Sec de Barcelona, para ver a Aina Alegre en No se trata de un desnudo mitológico. Esta bailarina y coreógrafa catalana, formada en el Centro Nacional de la Danza Contemporánea (CNDC) de Francia, nos deleitó con una propuesta muy personal.
Sola, en un escenario vacío, con la única compañía física de la iluminación y de la música, comienza a desarrollar una serie de movimientos, lentos y otros trabajosos y repetitivos. A veces, da la impresión de estar sucediendo todo a cámara lenta, recreándose en los detalles de cada movimiento, y estirando el cuerpo, para poder captar la sensación de cada escena. Otras, danza de modo rápido e hipnótico, como poseída por alguna fuerza invisible a nuestros ojos.
La música escogida es perfecta, unos tambores tribales, repetitivos, pero sin estridencias, combinados con el silencio tenso, dependiendo del momento. Igualmente destacamos positivamente la iluminación, que combina la luz roja más dramática, con los expresivos fundidos en negro, dando la impresión, de ser partícipes del drama que se representa en la escena, y haciéndose patente la formación multidisciplinaria de la artista. Nos gustó mucho la última parte, cuando, tapándose la cara con un jersey a modo de velo de color carne, mostró su baile más oscuro y salvaje, acompañado de música tribal y de los gritos de la propia protagonista.
Estéticamente, la propuesta es redonda, y nos vinieron a la cabeza, aquellas bailarinas del pintor impresionista Edgar Degas, que se muestran del otro lado del telón, desde el punto de vista del aprendizaje, la práctica y el esfuerzo, más que desde el esplendor del espectáculo.
Aina Alegre en No se trata de un desnudo mitológico, sintoniza simbólicamente con la idea de la lucha, propia de los atletas y de los bailarines, y de todos los que realizan un trabajo en el cual, el cuerpo físico, es llevado a extremos que muchas veces, caen en el perfeccionismo y rozan el fanatismo.