Estamos en un momento complicado. Lo sabemos. Estamos viviendo una etapa convulsa e incierta. Somos conscientes. Tenemos que cuidarnos y protegernos ante el Coravirus. Totalmente comprensible y necesario. PERO… ¡dejad la cultura en paz!
Desde que a finales de junio empezó el Grec y el Cruïlla XXS, Barcelona se volvió a llenar de propuestas culturales después de casi tres meses de inactividad, silencio institucional y precariedad laboral. Tres meses que se terminaron con eventos totalmente controlados, con distancia de seguridad, con el uso de mascarilla, con geles a disposición de todo el mundo… Todo perfectamente controlado, seguro y adaptado a esta nueva normalidad.
Con el inicio de la nueva temporada teatral, las salas empezaron a recuperar la «normalidad». Una normalidad basada en la limitación de aforos, en distancia de seguridad y en el uso de la mascarilla en todo momento. El público se ha ido acostumbrando a estas nuevas medidas, a ir más despacio, a no tener prisa y a estar más tranquilos pero disfrutando de la cultura en vivo. Los artistas acostumbrándose a no ver el rostro de su público, a que tod@s estemos más tranquilos, calladitos y quietecitos en nuestro sitio. La nueva normalidad se ha estado construyendo perfectamente, pasito a pasito, emoción tras emoción.
Pero nos han vuelto a golpear. Nos han dado una hostia muy fuerte que no veíamos venir y, sobre todo, ¡que no nos merecemos! Se estaba haciendo todo bien, muy bien. Máximo control, máximo respeto, aforo controlado… Pero parece que no sirva de nada. Parece que, a la primera que algo se descontrola, la cultura es lo primero en cerrar, lo más prescindible para la ciudadanía, aquello que solo notarán «cuatro artistillos de pacotilla». Así es como nos están tratando y está siendo doloroso, dañino e indignante. Mucho.
El sector cultural nos volvemos a movilizar y a inundar las redes con diferentes hashtags como #laculturaessegura #culturasegura y #SOSCultura. Un movimiento de denuncia y resistencia que quiere seguir demostrando que en el sector cultural, la seguridad está garantizada.
Pero no. El teatro se cierra. Las salas de concierto se cierran. Los cines se cierran. Y no hay discusión posible. Cerremos la boca con nuestros nuevos tapa-bocas y miremos hacia otro lado. Parece que esta es, en realidad, la nueva normalidad.
¡ La cultura es segura y completamente necesaria!