Crítica: El gran teatro del mundo – Teatre Romea

La Compañía Nacional de Teatro Clásico presenta El gran teatro del mundo, una adaptación de este texto de Calderón de la Barca que nos presenta una metáfora que relaciona la vida con el teatro. Porque, ¿qué es la vida sino una pequeña comedia que tiene una duración concreta y está plagada de personajes? El teatro es un reflejo de la vida y Calderón de la Barca lo mostró perfectamente en esta obra.

El gran teatro del mundo vuelve de la mano de la CNTC

El gran teatro del mundo es una obra escrita por Calderón de la Barca y consiste en una de las grandes obras del Siglo de Oro español. En esta pieza nos encontramos con el Autor (el Dios de la vida y el Dios de las letras) que tiene la labor de crear una historia de teatro con personajes que no sigan ningún guión, que tengan un libre albedrío, personajes que pasen por la comedia haciendo lo que buenamente puedan (del mismo modo en el que vivimos las personas en este teatro llamado “mundo”).

Junto con Mundo, el Autor selecciona a una serie de personajes que se caracterizan por su función en la comedia: está el Rey, está la Belleza, está el Noble, está el Labrador, está el Mendigo, está la Discreción y, por supuesto, está la Muerte. Estos son los protagonistas de la comedia, la comedia de la vida, donde los personajes podrán vivir brevemente en ella, comenzando en una cuna que, al cabo del tiempo, se convertirá en la sepultura.

¿Y qué hacer si los personajes pierden el hilo o no saben cómo continuar? Escuchar la voz del apuntador que, en la comedia de Calderón, es la Ley de Gracia y se presenta como una regidora del teatro. El planteamiento es, pues, sublime.

Una comedia con reflexiones muy interesantes

El gran teatro del mundo es una obra de teatro muy original, sorprendente y divertida. Parece mentira que esté escrita en el Siglo de Oro porque, pese a la fuerte presencia religiosa que hay en su contenido, la metáfora entre la vida y el teatro y la picardía cómo se trata a algunos personajes, hacen que sea una obra muy rompedora y vanguardista.

Eso sí: el elemento devoto está muy presente en la obra porque, no olvidemos, que Calderón es hijo de la Contrarreforma y que El gran teatro del mundo es un auto sacramental. Pero, aunque la temática tenga un fuerte componente religioso (que hoy en día no ha envejecido bien), lo cierto es que el mensaje final de la obra es muy humano: la vida es una comedia, no tenemos que tomárnosla demasiado en serio, porque lo que ahora tenemos, luego nos lo quitarán, lo que ahora somos, luego no lo seremos. La muerte nos iguala a todos los seres humanos, nos despoja de las riquezas, de los logros y de las penurias.

Dada la naturaleza del planteamiento de la obra, nos encontramos con reflexiones filosóficas muy interesantes y que ponen en relevancia la vida del ser humano y la vida en el teatro. La función es breve, tiene un inicio y un final, interpretamos todos unos papeles pero que, tras “caer la función”, todos nos despojamos de los disfraces y nos mostramos desnudos, sin nada más que nuestro cuerpo y nuestra naturaleza.

Una obra con mucho colorido y un ritmo trepidante

La puesta en escena es muy llamativa. Dios/Autor (interpretado por Antoni Comas) se presenta con un vestuario colorido, vistoso y super original. El Mundo (Carlota Gaviño) nos hace una breve narración sobre el origen del mundo, repasando el Génesis y situándonos hasta su presente.

Entonces, aparecen los personajes, una aparición que me recordó mucho a la obra de “Seis personajes en busca de un autor” de Pirandello, y que me pareció muy divertida. Los personajes, vestidos de un manera muy acertada, están ansiosos por recibir el papel que el Autor (Dios) les tiene establecido para esta comedia (vida).

A partir de ese momento de “metateatro-metavida”, comienza la comedia en un entorno neutro, donde hay una puerta de entrada (el nacimiento) y una puerta de salida (el sepulcro).

El personaje menos trabajado, que menos me convenció, fue el del Apuntador. Creo que ese personaje tiene muchísimo juego, pero que no se ha sabido explotar bien. Desde que aparece en escena, su presencia es extraña y sus intervenciones no aportan demasiado.

Una versión divertida, filosófica y llena de color

Lluís Homar, el director de El gran teatro del mundo del Romea, ha optado por una versión que apuesta por la reflexión filosófica, con un tono divertido y cargado de metáfora. La presencia religiosa forma parte de la obra, pero está en un segundo plano, no molesta ni incomoda.

Una buena propuesta teatral que nos invita a degustar de nuevo a nuestros clásicos y disfrutar de la producción literaria tan innovadora e interesante que tuvo lugar en España en el siglo XVI.

  • Lo que más me ha gustado: El color y la alegría que rezuma la obra. Se ha apostado por una propuesta más dinámica y divertida, quitándole ese peso que tienen los autos sacramentales.
  • Lo que menos me ha gustado: La música en directo siempre es un añadido al teatro, pero en este caso, los efectos de sonido no me acabaron de convencer y, en ocasiones, llegan a afectar la comprensión del texto (sobre todo, cuando habla la Voz/Destino desde la platea).
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