Nota: 9.5 sobre 10
“I la resta, que li preguntin al gos”. Tennessee Williams aparece, como surgido del pasado, como una aparición. Tan buena es la caracterización de Martí Peraferrer que, a ratos, nos cuesta saber si quien tenemos delante es el verdadero Tennessee o Martí Peraferrer, que nos regala una gran interpretación del escritor.
Estamos ante un monólogo que nos seduce desde la primera palabra, nos coge de la mano y nos lleva por la vida de Tennessee. Una historia llena de altibajos, de luchas internas, de batallas perdidas y muchas batallas ganadas… más de las que el propio Tennessee parece aceptar.
Nos habla de su teatro, de sus creaciones, de sus relaciones con su familia, con su hermana, con sus amigos, sus amantes… Nos habla a nosotros porqué estamos ahí, pero en realidad dirige sus palabras a alguien que escuchará la grabación que está dictando para ser transcrita más tarde. “Ja sé que ho saps!”… hay alguien detrás de la cinta que oye, escribe, y sabe. Lo sabe todo. Y Tennessee lo vomita todo… “fins al final!”. “Em vaig adonar que escriure era la meva vida”. Escribir es su vida y, en algunos momentos, también ha sido su tabla de salvación.
Martí Perraferer ha elaborado un monólogo lleno de sensaciones que nos hace viajar junto a Tennessee Williams en una especie de montaña rusa emocional, como lo fue su vida. Un trabajo excelente que no se deja nada en el tintero.
El propio Martí Peraferrer interpreta a Tennesse Williams y nos muestra a un hombre a veces eufórico, a veces derrotado… pero siempre vital, siempre queriendo ir más allá de su área de confort. “Ells em demanaven que em repetís… i jo volia volar!”.
Un escenario con unos cuantos muebles de épocas mezcladas, una grabadora de los años 60, un gran micrófono que parece un Gran Hermano al que Tennessee dirige sus palabras y un juego de luces y sombras completan la puesta en escena.
Tennessee, en La Vilella, es un montaje que ha viajado mucho y ha llenado teatros, y lo entendemos. Es teatro y nos habla del teatro. “El teatre és el meu regne […] i jo el seu monarca”. Y nos habla a nosotros, el público, y nos trata como a alguien inteligente que merece un buen texto y que merece que le hagan preguntas. Un montaje que dura dos horas y se nos hace cortísimo.
Tennessee, en La Vilella, es una obra para saborearla, para verla más de una vez, y redescubrir todos sus matices.
“I la resta, que li preguntin al gos!”