Crítica de Enrique Guarrotxena
El espectáculo de danza contemporánea en Barcelona IMPRO SHARANA que pudo verse anoche en la sala MAC del Mercat de les Flors, resulta difícil de definir en un solo término. No es danza, aunque sí que lo es. No es un concierto de música en directo, al menos convencional, pero también lo es. Según Ferrán Savall, el creador musical de la función, es la reunión de un grupo de amigos músicos, más una bailarina, en torno a unas tazas de té. Luego, como en toda velada de amigos, y según sus propias palabras, solo es cuestión de dejarse llevar por la inspiración e improvisar de manera relajada, siguiendo el ritmo.
Ese fue el planteamiento escénico que ofrecieron el músico catalán Ferran Savall, la coreógrafa india Shantala Shivalingappa, el bajo catalán Jordi Gaspar, el percusionista madrileño David Mayoral y Driss El Maloumi, tocando el laúd árabe, de Marruecos. A ellos se sumó también Nedyalko Neddyalkov, de Bulgaria, con el kaval (flauta).
Fue precisamente éste último el primero en romper “el hielo”, por así decirlo. Inició el espectáculo de Impro Sharana guiando a público y compañeros, como si fuese el mismísimo flautista de Hamelín, hacia el punto óptimo, aquel tipo de estado que se necesita tener para que cuerpo y mente estén preparados para “dejarse llevar”.
Fue un comienzo muy acertado, porque, efectivamente, sirvió para que el público se preparara para lo que estaba por venir. A ello contribuyó, y de qué manera, la plástica y maravillosa bailarina Shantala, que pareció hipnotizar a todos los presentes, como una serpiente cobra india. La bailarina derrochó encanto y una gran capacidad para hacer sencillo lo que en realidad es muy difícil.
La función continuó entregada y brillantemente. Se desprendía honestidad y nada o muy pocos artificios. Pero eso sí, un gran virtuosismo que logró la admiración del público, que debía corresponder con gran sensibilidad, como así fue.
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